Con frecuencia solemos caer en la trampa de considerar “nuestro”, frente a lo nuevo, aquello que tenemos desde hace tiempo aunque, en su origen, nos viniese tan de “fuera” o nos fuese tan “extraño” como lo nuevo de ahora.
No recuerdo de quién es esta frase, pero en mi retiro estival me vienen a la mente grandes ideas para la próxima temporada.
Y es que hablar alto y claro de la actualidad de la moda flamenca no es fácil. El panorama actual es bastante bochornoso.
Si os soy sincera, durante las dos últimas temporadas me he desencantado con la manera de contar la actualidad de nuestro traje regional.
Desde la visibilidad en las redes sociales: dime a quién pagas para que gestione tus publicaciones, o dime de quién eres amigo y así hablaré de ti. Hasta jugar con las ilusiones de los jóvenes creadores que se presentan a los certámenes de Andalucía: dime de quién fuiste alumno y te diré a qué certamen debes presentarte para ganar.
2017 ha sido un año bastante lineal en cuanto a moda flamenca. Apenas se han visto colecciones innovadoras, y en la mayoría de los casos me declaro sospechosa de encontrarme ante la fiebre low cost de las pasarelas y de los volantes vía instagram .
Está de moda: Robar y copiar, y la moda flamenca no iba a ser menos. Pagar por un “diseño” mal masticado de otro diseñador, copiar y vender como “creación original”. ¡Tenemos mucho de qué hablar flamenc@s!
Más que moda flamenca como siempre.